Por Pedro Ortega Ventureira

Si paseamos cerca de la fuente de Neptuno en el Paseo del Prado de Madrid, merece la pena que nos crucemos un momento al Museo Nacional Thyssen-Bornemisza para ver una pieza que se encuentra en su hall y no es necesario pagar entrada. La tenemos al fondo, justo al lado del control de acceso a la colección permanente. Se trata, nada más y nada menos, que de un mármol de Auguste Rodin que lleva por título «Cristo y la Magdalena», fechado en 1905.

El período finisecular, que podríamos acotar entre los años 1880 y 1920, fue testigo de numerosas controversias en forma de obras de arte transgresoras cuando no heréticas o incluso blasfemas. Uno de los temas que despertó ese debate fue el de la representación de María Magdalena. Así, tenemos obras como «El descendimiento» de Lovis Corinth, en el que una Magdalena desnuda enseña su pecho y su larga cabellera pelirroja (ambos elementos denotan que se trata de una mujer fatal) o «María de Magdala» de Gustav Adolf Mossa, donde una fémina vestida de meretriz parisina abraza el cuerpo de Cristo en la cruz. Pues bien, Auguste Rodin no será ajeno a esta polémica y será precisamente la obra del Thyssen la que entre en la controversia.

El genio de Rodin, en un momento de flaqueza tras la muerte de su hermana, abandonó su celo religioso para abordar el tema de Cristo y la Magdalena. El mármol que observamos es, sin duda, un reflejo autobiográfico. Por una parte está el sentir romántico en la identificación del artista con la figura de Cristo. De otra, la Magdalena es su amor frustrado: Camille Claudel. Rodin utilizó, por tanto, el tema de ese amor más allá de todos los amores, ese amor prohibido, inconsumado e inconsumable, entre Cristo y la Magdalena, para representar su propia desdicha. Pese a lo transgresor del tema con la Magdalena desnuda abrazando a Cristo en la cruz, no podríamos acusar a Rodin de blasfemo.

De hecho, debemos comentar la relación del autor con esta obra. Jamás quiso exponerla en ninguna de sus muestras. Se trata, por tanto, de una escultura íntima, personal, en la que se expresa un sentimiento profundo del genio que quiere guardar para sí. Afortunadamente para todos los amantes del arte, la pieza se ha mantenido en la colección Thyssen y todos podemos disfrutar de su contemplación.

Para describirnos esta delicada pieza, contamos con un texto del poeta Rainer Maria Rilke:

“Cristo, con su gesto de crucificado, extendiendo sus brazos como un indicador en la encrucijada de todos los dolores, muere abrumado bajo el peso de su suerte que, como esta piedra (cruz pesada y petrificada), se acumula sobre él. Es precisamente esta mujer que perfumaba sus pies infatigables quien se ha acercado, ahora que la pasión ya se ha consumado, para perfumar con la ternura tardía y vana de sus carnes este cuerpo exangüe y abandonado. En un acceso de desesperación, ella se arrojaba de rodillas delante de él, sosteniendo con su brazo izquierdo la cabeza martirizada cuya expresión no podía soportar. Y mientras este rostro, semejante a un objeto flotante, nada sobre su brazo tembloroso, la mujer curvada hacia la derecha, tal una llama atormentada por el viento, trata de envolver, de ocultar, el indecible suplicio de este cuerpo tan amado. Ella le perfuma con su movimiento triste y evocador y despliega con un gesto lleno de desesperación su cabellera para enterrar con él el corazón martirizado de Cristo. El contraste entre los dos cuerpos, fuertemente impuesto por el mármol, produce a primer golpe de vista la impresión de tristeza sin límite que expande este tema”.

Esta escultura es la única de temática religiosa que realizó Auguste Rodin a lo largo de su carrera. En ella aúna dos figuras que son importantes en su producción. Por una parte, tenemos a Cristo, inspirado muy probablemente en diversas representaciones medievales, alguna de ellas pertenecían a la colección del propio Rodin. Por otra, la Magdalena, que, según algunos autores, hace referencia a una figura previa, la Meditación, originalmente ideada para la Puerta del Infierno, una gran escultura coral en la que encontramos también a su famoso Pensador.

Cristo y la Magdalena se encuentra en la colección Thyssen pues fue encargada por uno de los miembros de la familia, August Thyssen, en la década de 1890. Sabemos que Rodin ejecutó un yeso previo en 1894 y es posible que el mármol hubiese sido finalizado en torno a mediados de la década de 1890. La datación de 1905 se ha dado pues de esa fecha es la primera fotografía de la obra que conservamos.

Como hemos visto, esta visita fugaz al Museo Nacional Thyssen Bornemisza merece mucho la pena. Espero que la puedan disfrutar muy pronto.