Alan Moore por Mitch Jenkins
El renacimiento esotérico del siglo XX hizo que la magia se volviera tan británica como el té de las cinco o el Big Ben. Aunque normalmente el origen de la Magia del Caos se vincula con la escena de Yorkshire del Oeste, si atendemos a la Lancaster University Pagan Society debemos trasladarnos a un pub de Deptford, en Londres, donde en 1976 unos jóvenes Peter J. Carroll y Ray Sherwin, sembraron la semilla de esta nueva práctica.
Por Alberto Ávila Salazar
Deptford es un distrito de Londres conocido por sus viejos y más bien abandonados astilleros, en una de sus tabernas fue asesinado Christopher Marlowe y el barrio está para siempre vinculado al pirata Francis Drake, a la trata de esclavos y a un misil V-2 que en la Segunda Guerra Mundial hizo una matanza entre la población civil. Como nota a pie de página es extrañamente coherente que en uno de sus pubs naciera la Magia del Caos.
En los años setenta la edad de oro de las órdenes esotéricas como la Golden Dawn y la OTO se había pasado a la historia con la muerte de Aleister Crowley en 1947; la siguiente década redujo la nueva ola de la magia a unos pocos rebaños pastoreados por Kenneth y Steffi Grant (ambos admiradores del cada vez más añoso Austin Osman Spare) y Gerald Warner, ideólogo y fundador de la Wicca. La labor de divulgación de W.B. Crow o las teorías de Margaret Murray hicieron que los fuegos de los aquelarres siguieran existiendo, pero cada vez más escasos. En los años sesenta el periodismo sensacionalista inglés se aprovechó de estos excéntricos que hacían rituales en los bosques primigenios para que la opinión pública volviera a tener en cuenta la magia, aunque no se la tomara demasiado en serio. A finales de la siguiente década los Beatles, los Beach Boys y Donovan, empapados en ácido, pusieron de moda las filosofías orientales y consiguieron que la sociedad occidental se aprendiera de memoria el nombre de Maharishi Mahesh Yogi y practicara la meditación trascendental.
Lo cierto es que en 1976 un aspirante a mago tenía una coyuntura difícil para abrirse camino, los descendientes de Crowley parecían perdidos, no había una OTO reconocible y el enfoque de Dion Fortune de la magia de la Golden Dawn la había enfangado en cierto psicologicismo. Si bien los libros de Crowley eran complicados de conseguir, no era imposible hacerse con una copia de ellos. En este contexto, y en una Inglaterra sacudida por los Sex Pistols y el movimiento punk, se reúnen el mago de inspiración thelémica Peter J. Carroll y Ray Sherwin para buscar una magia de resultados, inspirados por la cultura de do it yourself (hazlo tú mismo) y ansiosos de darle un empujón a la escena esotérica. Este empujón pudo ser al abismo o a los cielos, que cada cual decida. Como fruto del trabajo de ambos se funda la orden de los Iluminados de Thanateros, fusionando en su nombre muerte y amor, eros y thanatos.
La revista que publicaba Sherwin, The New Equinox, presentaba las investigaciones de Carroll en un campo minado; su propuesta estaba influida por el ceremonialismo de Crowley y la libertad artística del ilustrador eduardiano Austin Osman Spare, mezclando todo ello con tradiciones orientales como el taoísmo o el tantra. Aunque la Magia del Caos fue orientándose hacia la más explosiva libertad con el paso de los años, es interesante detenerse en este momento en el que la magia pretendía obtener resultados, ser poderosa de nuevo. Los textos fundacionales de este movimiento fueron el Liber Null y el Psychonaut, herederos de El libro del Placer de Austin Osman Spare (cuenta con edición española por parte de la editorial Aurora Dorada, traducida por el mismo autor de estas líneas).
La incipiente Magia del Caos, hija ilegítima del punk y que jamás ha conseguido despegarse de la cultura popular, despreciaba los dogmas y se centraba en los procesos. Se trataba de probar la meditación, el trance y, en general, cualquier técnica tradicional para que el mago se quedara las que funcionaban. A partir de este momento, con mentalidad pragmática, cada mago perseveraba en las disciplinas que le habían sido útiles. En poco tiempo el caos se hizo dueño de un camino esotérico que tenía mucho de individualista y poco de caótico. El trabajo duro del mago del caos se confundió con la indisciplina, la desorganización y una afición caprichosa. Legiones de nihilistas, desencantados y perezosos malinterpretaron la famosa frase del Hassan Ibn Sabbbah (el Viejo de la Montaña, fundador de la Secta de los Asesinos) tantas veces repetida en círculos caóticos de que “Nada es verdad, todo está permitido”.
El estado de la nación del Caos ofrece un panorama contradictorio, que se debate entre la emotividad anárquica de Phil Hine y el trabajo posterior y más racionalista o científico de Peter Carroll. Entre estos dos polos la cultura popular encarnada en guionistas de cómics como Alan Moore o Grant Morrison y músicos como el recientemente fallecido Genesis P-Orridge, se centran en visiones más estéticas, artísticas y vitales. Al mismo tiempo, otras disciplinas, en especial la Wicca, parece dejarse influir de manera creciente por el ideario caótico enfatizando el sentimiento sobre el ritual. Las redes sociales y ciertas páginas web, son los escenarios donde los gallos se pelean y, a menudo, el debate se infantiliza. A menudo olvidan la esencia primera de la Magia del Caos, los resultados. Si quieren hacerse magos, háganlo, y si tienen éxito les recomiendo que no lo compartan con nadie.